¿Qué es la química?
La química es el estudio de la composición, estructura y
propiedades de las sustancias materiales, de sus interacciones y de los efectos
producidos sobre ellas al añadir o extraer energía en cualquiera de sus formas.
Desde los primeros tiempos, los seres humanos han observado la transformación
de las sustancias —la carne cocinándose, la madera quemándose, el hielo
derritiéndose— y han especulado sobre sus causas. Siguiendo la historia de esas
observaciones y especulaciones, se puede reconstruir la evolución gradual de
las ideas y conceptos que han culminado en la química moderna.
Los primeros procesos químicos conocidos fueron
realizados por los artesanos de Mesopotamia, Egipto y China. Al principio, los
forjadores de esas tierras trabajaban con metales nativos como el oro y el
cobre, que a veces se encontraban en la naturaleza en estado puro, pero
rápidamente aprendieron a fundir menas (principalmente los óxidos metálicos y
los sulfuros) calentándolas con madera o carbón de leña para obtener los
metales. El uso progresivo del cobre, bronce y hierro dio origen a los nombres
que los arqueólogos han aplicado a las distintas eras. En esas culturas se
inició también una tecnología química primitiva, conforme los tintoreros
descubrían métodos para fijar los tintes en los distintos tipos de tejidos y
los alfareros aprendían a preparar barnices y más tarde a fabricar vidrio.
Desde los tiempos
de Tales de Mileto, unos 600 años a.C., los filósofos griegos empezaron a hacer
especulaciones lógicas sobre el mundo físico, en lugar de confiar en los mitos
para explicar los fenómenos. El mismo Tales pensaba que toda la materia
procedía del agua, que podía solidificarse en tierra o evaporarse en aire. Sus
sucesores ampliaron esta teoría en la idea de que el mundo estaba compuesto por
cuatro elementos: tierra, agua, aire y fuego. Según Demócrito, esos elementos
estaban compuestos por átomos, partículas diminutas que se movían en el vacío.
Otros, especialmente Aristóteles, creían que los elementos formaban un medio
continuo de materia y, por tanto, el vacío no podía existir. La idea atómica
perdió terreno rápidamente, pero nunca fue completamente olvidada. Cuando fue
revisada durante el renacimiento, formó la base de la teoría atómica moderna.
La teoría de Aristóteles
fue aceptada por los prácticos artesanos, especialmente en Alejandría, Egipto,
que después del 300 a.C. se convirtió en el centro intelectual del mundo
antiguo. Ellos pensaban que los metales de la Tierra tendían a ser cada vez más
perfectos y a convertirse gradualmente en oro, y creían que podían realizar el
mismo proceso más rápidamente en sus talleres, transmutando así de forma
artificial los metales comunes en oro. Comenzando el año 100 de la era
cristiana, esta idea dominaba la mente de los filósofos y los trabajadores del
metal, y se escribió un gran número de tratados sobre el arte de la
transmutación que empezaba a conocerse como alquimia. Aunque nadie consiguió
hacer oro, en la búsqueda de la perfección de los metales se descubrieron muchos
procesos químicos.
avances condujeron
en el siglo XVIII al descubrimiento de nuevos metales y sus compuestos y
reacciones. Comenzaron a desarrollarse métodos analíticos cualitativos y
cuantitativos, dando origen a la química analítica. Sin embargo, mientras
existiera la creencia de que los gases sólo desempeñaban un papel físico, no
podía reconocerse todo el alcance de la química.
El estudio químico de los gases, generalmente llamados
‘aires’, empezó a adquirir importancia después de que el fisiólogo británico
Stephen Hales desarrollara la cubeta o cuba neumática para recoger y medir el
volumen de los gases liberados en un sistema cerrado; los gases eran recogidos
sobre el agua tras ser emitidos al calentar diversos sólidos. La cuba neumática
se convirtió en un mecanismo valioso para recoger y estudiar gases no
contaminados por el aire ordinario. El estudio de los gases avanzó rápidamente
y se alcanzó un nuevo nivel de comprensión de los distintos gases.
Antoine Laurent de Lavoisier El químico francés Antoine
Laurent de Lavoisier está considerado como el padre de la química moderna. Se
interesó sobre todo por los experimentos que permitían medir la materia.Photo
Researchers, Inc./Science Source
La interpretación inicial del papel de los gases en la
química se produjo en Edimburgo (Escocia) en 1756, cuando Joseph Black publicó
sus estudios sobre las reacciones de los carbonatos de magnesio y de calcio. Al
calentarlos, estos compuestos desprendían un gas y dejaban un residuo de lo que
Black llamaba magnesia calcinada o cal (los óxidos). Esta última reaccionaba
con el ‘álcali’ (carbonato de sodio) regenerando las sales originales. Así, el
gas dióxido de carbono, que Black denominaba aire fijo, tomaba parte en las
reacciones químicas (estaba “fijo”, según sus palabras). La idea de que un gas
no podía entrar en una reacción química fue desechada, y pronto empezaron a
reconocerse nuevos gases como sustancias distintas.
En la década siguiente, el físico británico Henry
Cavendish aisló el ‘aire inflamable’ (hidrógeno). También introdujo el uso del
mercurio en lugar del agua como el líquido sobre el que se recogían los gases,
posibilitando la recogida de los gases solubles en agua. Esta variante fue
utilizada con frecuencia por el químico y teólogo británico Joseph Priestley,
quien recogió y estudió casi una docena de gases nuevos. El descubrimiento más
importante de Priestley fue el oxígeno; pronto se dio cuenta de que este gas
era el componente del aire ordinario responsable de la combustión, y que hacía
posible la respiración animal. Sin embargo, su razonamiento fue que las
sustancias combustibles ardían enérgicamente y los metales formaban escorias
con más facilidad en este gas porque el gas no contenía flogisto. Por tanto, el
gas aceptaba el flogisto presente en el combustible o el metal más fácilmente
que el aire ordinario que ya contenía parte de flogisto. A este nuevo gas lo
llamó ‘aire deflogistizado’ y defendió su teoría hasta el final de sus días.
Mientras tanto, la química había hecho grandes progresos
en Francia, particularmente en el laboratorio de Lavoisier. A éste le
preocupaba el hecho de que los metales ganaban peso al calentarlos en presencia
de aire, cuando se suponía que estaban perdiendo flogisto.
En 1774, Priestley visitó Francia y le comentó a
Lavoisier su descubrimiento del aire deflogistizado. Lavoisier entendió
rápidamente el significado de esta sustancia, y este hecho abrió el camino para
la revolución química que estableció la química moderna. Lavoisier lo llamó
‘oxígeno’, que significa ‘generador de ácidos’.
El nacimiento de
la química moderna
Lavoisier demostró con una serie de experimentos
brillantes que el aire contiene un 20% de oxígeno y que la combustión es debida
a la combinación de una sustancia combustible con oxígeno. Al quemar carbono se
produce aire fijo (dióxido de carbono). Por tanto, el flogisto no existe. La
teoría del flogisto fue sustituida rápidamente por la visión de que el oxígeno
del aire combina con los elementos componentes de la sustancia combustible
formando los óxidos de dichos elementos. Lavoisier utilizó la balanza de
laboratorio para darle apoyo cuantitativo a su trabajo. Definió los elementos
como sustancias que no pueden ser descompuestas por medios químicos, preparando
el camino para la aceptación de la ley de conservación de la masa. Sustituyó el
sistema antiguo de nombres químicos (basado en el uso alquímico) por la
nomenclatura química racional utilizada hoy, y ayudó a fundar el primer
periódico químico. Después de morir en la guillotina en 1794, sus colegas
continuaron su trabajo estableciendo la química moderna. Un poco más tarde, el
químico sueco Jöns Jakob Berzelius propuso representar los símbolos de los
átomos de los elementos por la letra o par de letras iniciales de sus nombres.
LOS SIGLOS XIX Y
XX
A principios del siglo XIX, la precisión de la química
analítica había mejorado tanto que los químicos podían demostrar que los
compuestos simples con los que trabajaban contenían cantidades fijas e
invariables de sus elementos constituyentes. Sin embargo, en ciertos casos, con
los mismos elementos podía formarse más de un compuesto. Por esa época, el
químico y físico francés Joseph Gay-Lussac demostró que los volúmenes de los
gases reaccionantes están siempre en la relación de números enteros sencillos,
es decir, la ley de las proporciones múltiples (que implica la interacción de
partículas discontinuas o átomos). Un paso importante en la explicación de
estos hechos fue, en 1803, la teoría atómica química del científico inglés John
Dalton.
Dalton supuso que cuando se mezclaban dos elementos, el
compuesto resultante contenía un átomo de cada uno. En su sistema, el agua
podría tener una fórmula correspondiente a HO. Dalton asignó arbitrariamente al
hidrógeno la masa atómica 1 y luego calculó la masa atómica relativa del
oxígeno. Aplicando este principio a otros compuestos, calculó las masas
atómicas de los elementos conocidos hasta entonces. Su teoría contenía muchos
errores, pero la idea era correcta y se podía asignar un valor cuantitativo
preciso a la masa de cada átomo.
Teoría molecular
La teoría de Dalton no explicaba por completo la ley de
las proporciones múltiples y no distinguía entre átomos y moléculas. Así, no
podía distinguir entre las posibles fórmulas del agua HO y H2O2, ni podía
explicar por qué la densidad del vapor de agua, suponiendo que su fórmula fuera
HO, era menor que la del oxígeno, suponiendo que su fórmula fuera O. El físico
italiano Amedeo Avogadro encontró la solución a esos problemas en 1811. Sugirió
que a una temperatura y presión dadas, el número de partículas en volúmenes
iguales de gases era el mismo, e introdujo también la distinción entre átomos y
moléculas. Cuando el oxígeno se combinaba con hidrógeno, un átomo doble de
oxígeno (molécula en nuestros términos) se dividía, y luego cada átomo de
oxígeno se combinaba con dos átomos de hidrógeno, dando la fórmula molecular de
H2O para el agua y O2 y H2 para las moléculas de oxígeno e hidrógeno,
respectivamente.
Las ideas de Avogadro fueron ignoradas durante casi 50
años, tiempo en el que prevaleció una gran confusión en los cálculos de los
químicos. En 1860 el químico italiano Stanislao Cannizzaro volvió a introducir
la hipótesis de Avogadro. Por esta época, a los químicos les parecía más
conveniente elegir la masa atómica del oxígeno, 16, como valor de referencia con
el que relacionar las masas atómicas de los demás elementos, en lugar del valor
1 del hidrógeno, como había hecho Dalton. La masa molecular del oxígeno, 32, se
usaba internacionalmente y se llamaba masa molecular del oxígeno expresada en
gramos, o simplemente 1 mol de oxígeno. Los cálculos químicos se normalizaron y
empezaron a escribirse fórmulas fijas.
El antiguo problema de la naturaleza de la afinidad
química permanecía sin resolver. Durante un tiempo pareció que la respuesta
podría estar en el campo de la electroquímica, descubierto recientemente. El
descubrimiento en 1800 de la pila voltaica, la primera pila eléctrica real,
proporcionó a los químicos una nueva herramienta que llevó al descubrimiento de
metales como el sodio y el potasio. Berzelius opinaba que las fuerzas
electrostáticas positivas y negativas podían mantener unidos a los elementos, y
al principio sus teorías fueron aceptadas. Cuando los químicos empezaron a
preparar y estudiar nuevos compuestos y reacciones en las que las fuerzas eléctricas
parecían no estar implicadas (compuestos no polares), el problema de la
afinidad fue postergado por un tiempo.
Nuevos campos de la química
En el siglo XIX,
los avances más sorprendentes de la química se produjeron en el área de la
química orgánica. La teoría estructural, que proporcionaba una imagen de cómo
se mantenían los átomos juntos, no era matemática, sino que empleaba su propia
lógica. Ella hizo posible la predicción y preparación de muchos compuestos
nuevos, incluyendo una gran cantidad de tintes, medicinas y explosivos
importantes, que dieron origen a grandes industrias químicas, especialmente en
Alemania.
Al mismo tiempo, aparecieron otras ramas de la química.
Estimulados por los avances logrados en física, algunos químicos pensaron en aplicar
métodos matemáticos a su ciencia. Los estudios de la velocidad de las
reacciones culminaron en el desarrollo de las teorías cinéticas, que tenían
valor tanto para la industria como para la ciencia pura. El reconocimiento de
que el calor era debido al movimiento a escala atómica (un fenómeno cinético),
hizo abandonar la idea de que el calor era una sustancia específica (denominada
calórica) e inició el estudio de la termodinámica química. La extensión de los
estudios electroquímicos llevó al químico sueco Svante August Arrhenius a
postular la disociación de las sales en disolución para formar iones portadores
de cargas eléctricas. Los estudios de los espectros de emisión y absorción de
los elementos y compuestos empezaron a adquirir importancia tanto para los
químicos como para los físicos, culminando en el desarrollo del campo de la
espectroscopia. Además, comenzó una investigación fundamental sobre los
coloides y la fotoquímica. A finales del siglo XIX, todos los estudios de este
tipo fueron englobados en un campo conocido como química física.
La química inorgánica también necesitaba organizarse.
Seguían descubriéndose nuevos elementos, pero no se había descubierto ningún
método de clasificación que pudiera poner orden en sus reacciones. El sistema
periódico, formulado a raíz de que el químico ruso Dmitri Ivánovich Mendeléiev
en 1869 y el químico alemán Julius Lothar Meyer en 1870 elaboraran
independientemente la ley periódica, eliminó esta confusión e indicó dónde se
encontrarían los nuevos elementos y qué propiedades tendrían.
A finales del siglo XIX, la química, al igual que la
física, parecía haber alcanzado un punto en el que no quedaba ningún campo
sorprendente por desarrollar. Esta visión cambió completamente con el
descubrimiento de la radiactividad. Los métodos químicos fueron utilizados para
aislar nuevos elementos, como el radio, para separar nuevos tipos de sustancias
conocidas como isótopos, y para sintetizar y aislar los nuevos elementos
transuránicos. Los físicos consiguieron dibujar la estructura real de los
átomos, que resolvía el antiguo problema de la afinidad química y explicaba la
relación entre los compuestos polares y no polares.
Otro avance importante de la química en el siglo XX fue
la fundación de la bioquímica; empezó simplemente con el análisis de los
fluidos corporales, pero pronto se desarrollaron métodos para determinar la
naturaleza y función de los componentes celulares más complejos. Hacia la mitad
del siglo, los bioquímicos habían aclarado el código genético y explicado la
función de los genes, base de toda la vida. El campo había crecido tanto que su
estudio culminó en una nueva ciencia, la biología molecular.
Investigaciones
recientes en química
Los recientes avances en biotecnología y ciencia de los
materiales están ayudando a definir las fronteras de la investigación química.
En biotecnología se ha podido iniciar un esfuerzo internacional para ordenar en
serie el genoma humano gracias a instrumentos analíticos sofisticados.
Probablemente, el éxito de este proyecto cambiará la naturaleza de campos como
la biología molecular y la medicina. La ciencia de los materiales, una
combinación interdisciplinaria de física, química e ingeniería, dirige el
diseño de los materiales y mecanismos avanzados. Ejemplos recientes son el
descubrimiento de ciertos compuestos cerámicos que mantienen su
superconductividad a temperaturas por debajo de -196 ºC, el desarrollo de
polímeros emisores de luz y la enorme diversidad de compuestos que surgieron de
la investigación sobre el buckminsterfullereno.
Incluso en los campos convencionales de la investigación
química, las nuevas herramientas analíticas están suministrando detalles sin
precedentes sobre los productos químicos y sus reacciones. Por ejemplo, las
técnicas de láser proporcionan información instantánea de reacciones químicas
en fase gaseosa a una escala de femtosegundos (una milésima de una billonésima
de segundo).
La industria
química
El crecimiento de las industrias químicas y la formación
de químicos profesionales ha tenido una correlación interesante. Hasta hace
unos 150 años, los químicos no recibían formación profesional. La química
avanzaba gracias al trabajo de los que se interesaban en el tema, pero éstos no
hacían ningún esfuerzo sistemático por formar a nuevos trabajadores en ese
campo. Los médicos y los aficionados con recursos contrataban a veces
ayudantes, de los cuales sólo unos pocos continuaban la labor de su maestro.
Sin embargo, a principios del siglo XIX se modificó este
sistema casual de educación química. En Alemania, país con una larga tradición
de investigación, se empezaron a crear universidades provinciales. En Giessen,
el químico alemán Justus von Liebig fundó un centro de investigación química.
Este primer laboratorio de enseñanza tuvo tanto éxito que atrajo a estudiantes
de todo el mundo. Poco después le siguieron otras universidades alemanas.
Así, se empezó a formar a un gran grupo de químicos
jóvenes en la época en que las industrias químicas comenzaban a explotar los
nuevos descubrimientos. Esta explotación comenzó durante la Revolución
Industrial; por ejemplo, el método Leblanc para la producción de sosa —uno de
los primeros procesos de producción a gran escala— fue desarrollado en Francia
en 1791 y comercializado en Gran Bretaña a principios de 1823. Los laboratorios
de esas industrias en franco desarrollo podían emplear a los estudiantes de
química recién formados y también podían contar con los profesores de la
universidad como asesores. Esta interacción entre las universidades y la
industria química benefició a ambas, y el rápido crecimiento de la industria de
la química orgánica hacia finales del siglo XIX dio origen a los grandes
consorcios tintoreros y farmacéuticos que otorgaron a Alemania el predominio
científico en ese campo hasta la I Guerra Mundial.
Después de la guerra, el sistema alemán fue introducido
en todas las naciones industriales del mundo, y la química y las industrias
químicas progresaron aún más rápidamente. Entre otros desarrollos industriales
recientes se encuentra el incremento del uso de los procesos de reacción que
utilizan enzimas, debido principalmente a los bajos costos y altos beneficios
que pueden conseguirse. En la actualidad las industrias están estudiando
métodos que utilizan la ingeniería genética para producir microorganismos con
propósitos industriales.
La química y la
sociedad
La química ha
tenido una influencia enorme sobre la vida humana. En otras épocas las técnicas
químicas se utilizaban para aislar productos naturales y para encontrar nuevas
formas de utilizarlos. En el siglo XIX se desarrollaron técnicas para
sintetizar sustancias nuevas que eran mejores que las naturales, o que podían
reemplazarlas por completo con gran ahorro. Al aumentar la complejidad de los
compuestos sintetizados, empezaron a aparecer materiales totalmente nuevos para
usos modernos. Se crearon nuevos plásticos y tejidos, y también fármacos que
acababan con todo tipo de enfermedades. Al mismo tiempo empezaron a unirse
ciencias que antes estaban totalmente separadas. Los físicos, biólogos y
geólogos habían desarrollado sus propias técnicas y su forma de ver el mundo,
pero en un momento dado se hizo evidente que cada ciencia, a su modo, era el
estudio de la materia y sus cambios. La química era la base de todas ellas. La
creación de disciplinas intercientíficas como la geoquímica o la bioquímica ha
estimulado a todas las ciencias originales.
El progreso de la ciencia en los últimos años ha sido
espectacular, aunque los beneficios de este progreso han acarreado los riesgos
correspondientes. Los peligros más evidentes proceden de los materiales
radiactivos, por su potencial para producir cáncer en los individuos expuestos
y mutaciones en sus hijos. También se ha hecho evidente que la acumulación, en
las plantas o células animales, de pesticidas (que antes se consideraban
inocuos), o de productos secundarios de los procesos de fabricación, suele
tener efectos nocivos. Este descubrimiento, lentamente reconocido al principio,
ha llevado a establecer nuevos campos de estudio relacionados con el medio
ambiente y con la ecología en general.
No hay comentarios:
Publicar un comentario